lunes, 9 de junio de 2014

Aptitud lectora N° 4 Ciclo VI de EBR
Nahaba ni tongo
Mi trabajo como becario de Unesco y la intensa relación que establecí con ese organismo internacional hizo que varios becarios llegaran a Rosario donde, gracias a la hospitalidad de mis padres, los alojábamos en la casa familiar. Uno de ellos provenía de Sri Lanka. Se llamaba Mahipala Banda Adikaram y era budista. Solía envolverse en un manto anaranjado para meditar. Todos los días, a determinada hora, se encerraba en mi habitación para realizar sus ejercicios espirituales. Nadie lo importunaba, y la familia se había habituado tanto a esta rutina que, cuando llegó uno de mis primos de visita, no se le previno y, al minuto, lo vimos salir azorado del cuarto de la meditación informándonos, como si nosotros no lo supiéramos, que arriba de la cama había un negro, envuelto en naranja, que ni siquiera lo miró y que estaba rígido como una estatua. “¿Es loco el negro ese?”, preguntó. “No, es budista”, respondimos casi a coro, como si una cosa excluyera a la otra. Pero Adikaram no era ni loco ni negro: era centradísimo, color aceituna, y solía contarnos historias maravillosas sobre el monte Adán de Sri Lanka, que lleva ese nombre pues, según creen los musulmanes, allí fueron a refugiarse Adán y Eva cuando Dios los expulsó del Paraíso, y allí están sepultados. “Adán era enorme –decía Adikaram–, mucho más grande que tú, Guillermo, era un gigante de varios metros”. Gozaba relatando estas leyendas y gozaba con las interpretaciones inocentes, irónicas o perversas que hacían los argentinos. También nos contaba sobre Rama, encarnación del dios Visnú, que conquistó Sri Lanka para recuperar a Sita, su esposa, y sobre el Templo del Diente, que es depositario de un diente de Buda.

Quien sí era negro, casi azul, era el becario de Tanzania. Originario de Mwanza, puerto del lago Victoria, vivía en Dar-es-Salaam, pertenecía a la etnia de los swahilís y hablaba esa lengua, además del inglés. Todas las mañanas escuchábamos su “hujambo” (“Buen día” en swahilí). “Hujambo Guillermo, hujambo Amanda, hujambo Albina”, nadie se salvaba de su cariñoso hujambo. Cuando salía o entraba la familia, decía automáticamente: “Hujambo”. Luego, al mediodía, anunciaba: “Nataka kula chakula” (“tengo hambre”) y se sumergía, gozoso, en los bifes o milanesas que se le brindaban según la ocasión y nunca se levantaba de la mesa sin decir un sonoro “asante sana” (“buen apetito”). Era, políticamente, seguidor del gran líder nacionalista tanzano Julius Nyerere
En Rosario, en ese tiempo (1966), era rarísimo ver a un negro como nuestro becario. Mi sobrina Guillermina, luego de darle un beso, corrió al espejo para ver si se le había pegado el color. Las jovencitas de la ONG que habíamos creado para apoyar los principios de la ONU estaban alborotadas, y cuando preguntábamos al tanzano si se podía enamorar de una blanca, él respondía: “Mahaba ni tongo” (“uno nunca sabe”). Adikaram y el tanzano nos permitieron penetrar en mundos desconocidos y fascinantes, y percibir los límites de nuestra cultura
Guillermo Giacosa

1.    ¿Cuál es el propósito del texto?
2.    Subraya las oraciones y frases que más llamaron tu atención y aquellas que te ayudaron a comprender el propósito comunicativo del texto.
3.    Atendiendo a su estructura, indica el tipo de texto al que corresponde.




Repetición o invención en el amor
Creo que ya es conocido que la inestabilidad que suele haber en los vínculos amorosos es muy común, y se presenta de las maneras más dispares que uno pueda imaginar. No siempre duran el tiempo que uno quisiera, no siempre acaban cuando uno se lo propone y no siempre se olvida a la velocidad que uno quiere para recuperar la libertad e iniciar un nuevo amor. En otras palabras, una pareja ya envuelta por la nube del amor romántico puede sufrir dos destinos. El primero es que su amor se vuelva un vínculo repetitivo constante de una misma rutina sosa y aburrida, o que este amor crezca basado en una renovación que le permita a la pareja seguir soñando que siempre están empezando de nuevo.
Pensar que un amor aburrido y repetitivo se debe a parejas de muy poca imaginación es falso. Quienes se aburren con un único amor son aquellos que han tenido una fijación intensa al pecho materno, objeto parcial que siempre debería ser transitorio, pues debe permitirse que el niño lo abandone pronto para que aprenda a buscar disfrutes en otras partes del cuerpo de la madre hasta que la intención del deseo recaiga en otras personas. El amante aburrido está fijado inconscientemente a su madre, y quiere hacer del vínculo de pareja una eterna lactancia. Quien es capaz de reinventar el amor día a día es aquel que puede recorrer el cuerpo de su amada encontrando en cada nueva zona una sensación de descubrimiento.


Fernando Maestre


1.  ¿Cuál es el propósito del texto?
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3.  Atendiendo a su estructura, indica el tipo de texto al que corresponde.






Crisis de identidad
Yo no debería estar escribiendo esta columna. Este tema no debería haberse ventilado en los medios. Su identidad no tendría por qué haber sido noticia de primera plana ni nota abridora de cuanto noticiero o programa de espectáculos hay en la radio y en la televisión. Sin embargo, desde hace poco más de 24 horas, los periodistas no hemos hecho más que ventilar los resultados de la prueba de ADN a la que fue sometida la hija de Pablo Villanueva, el nunca más famoso 'Melcochita’.
La verdad que jamás le habíamos puesto tanto empeño al tratamiento de una “noticia”. Preocupadísimos por cubrir todos los ángulos, hemos hecho desfilar frente a cámaras y micrófonos a la pareja protagonista del escándalo, a sus familiares cercanos, a los abogados especialistas en temas de filiación y a los médicos genetistas. Hemos estado tan afanados por que no se nos escape ningún detalle del escandalazo de la semana, que hemos terminado perdiendo de vista un hecho elemental: esta no es la historia de una infidelidad, ni de un engaño, ni mucho menos del cornudo 'Melcochita’. Este es el drama de una niña que tenía todo el derecho del mundo a que un tema tan delicado como la identidad de su verdadero padre se resolviera en privado.
Constanza aún no lo entiende, pero a su escaso año de edad no solo no sabe quién es su papá, ni cuál será su apellido, sino que además tiene una hermanita que está por nacer y que correrá su misma mala suerte: será sometida a una prueba de ADN, cuyo resultado será comentado en todo el Perú gracias al indesmayable trabajo de nosotros los periodistas.
Leo los titulares de diarios serios, escucho los noticieros de medios prestigiosos, reviso las webs más importantes y no puedo evitar preguntarme: ¿Es esta nuestra chamba? ¿Esto es informar? ¿En qué nos hemos convertido si, lo que antes hubiera sido noticia exclusiva de medios chichas y faranduleros, hoy recibe enorme despliegue en TODOS los medios sin excepción? Y no me vengan con que han sido sus propios padres quienes han decidido voluntariamente ventilar el tema. ¿Si mañana un descriteriado decide violar a su hija frente a cámaras, también le vamos a dar tribuna?
No nos engañemos intentando justificar nuestro trabajo: Constanza no es hija de un presidente ni de un funcionario público sinvergüenza a quien queremos poner en evidencia. Tampoco estamos colaborando con ella para que se le haga justicia. La única razón por la que nos ocupamos de su caso es porque su historia vende, su confusa identidad es rentable, el misterio sobre quién es su padre es la carnada perfecta para satisfacer el morbo de nuestro público y, así, incrementar nuestra lectoría y audiencia.
Hoy, 16 de julio, Constanza cumple recién un año de vida y, gracias al menudo regalo que le hemos hecho, su existencia es un auténtico laberinto. Hoy es uno de esos días en que miro a mi hijo y me alegro de que todavía no entienda bien en qué consiste el trabajo de su madre. La verdad es que hoy es uno de esos días en que me da vergüenza ser periodista.
Patricia del Río
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